Abrí los ojos y empecé a sentir todo eso que no me dejaba descansar en paz.
Podía sentir en cada momento el palpitar de su corazón, su respiración. Cada vez que le miraba mi estómago se encogía y un escalofrío me recorría como si fuese la primera vez en la vida que lo tenía tan cerca. Estabá ahí, a mi lado y todavía no me lo podía creer.
Nos conocimos de niños y siempre fuimos grandes amigos. Yo cuidaba de él, aunque él no lo supiera, y no se cómo, pero siempre me hacía sentir especial.
Aquella mañana me sentía completa, feliz. Era como si esta historia, la nuestra, acabara de empezar. Como si fuese el primer día de todo. La primera vez que lo miraba, que lo acariciaba. No podía negar que estaba total e irremediablemente enamorada de él y que nada, ni nadie conseguiría cambiar aquello por mucho que pasase el tiempo.
Cada noche al acostarme pensaba en él, miraba su foto, sonreía y me quedaba dormida. Su sóla presencia ejercía en mi el efecto de una droga e inmediatamente después de mirarlo me quedaba dormida día tras día. Cada mañana al levantarme, su cara era la que me daba las fuerzas y la energía suficiente para poder afrontar la rutinaria vida.
Hace muchos años, llegué a pensar que nunca me enamoraría o lo peor, que nunca sería correspondida. La vida me había hecho creer que el amor no existía y que sólo lo tendría en mis sueños, porque eso sí, era la persona más soñadora del mundo, pero me había hecho desconfiada e incrédula a la realidad hasta que lo conocí.
Tenerle cerca hizo que mi vida cambiase. Nada en el mundo me importaba más que él, que hacerle feliz y que cuidarle como si fuese el último día de mi vida a su lado. Esta sensación tan fuerte está presente en mi desde ese día en que después de tantos años sin vernos, nuestro caminos se volvieron a cruzar. Cuando no estoy con el tengo una presión en el pecho y en el estómago, una gran sensación de vacío. Pero los momentos que pasamos juntos son muchos más que minutos, que horas...son mi felicidad.
Ahora lo miro y se que es él. Que siempre ha sido él y que nunca he podido olvidarle pese a la distancia, el tiempo o cualquier tipo de dificultad que haya podido surgir. Haría cualquier cosa si él me lo pidiera y cualquier cosa por pasar con él hasta el último suspiro de mi vida.
Ahora lo miro y se que es él. Que siempre ha sido él y que nunca he podido olvidarle pese a la distancia, el tiempo o cualquier tipo de dificultad que haya podido surgir. Haría cualquier cosa si él me lo pidiera y cualquier cosa por pasar con él hasta el último suspiro de mi vida.
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