Paula se despertó sobresaltada, pero era algo que no la pasaba muy a menudo. Por alguna extraña razón hoy iba a ser un día diferente...ella tenía ese presentimiento.
Como cada día tenía mucha prisa por vestirse y desayunar para llegar a tiempo a la parada del autobús.
Eran las 8 menso cuarto y el autobús pasaba en menos de 5 minutos..pero cuando fue a salir de casa...había un pequeño problema con la puerta...no la podía abrir. Resulta irónico, parece que cuanto más deprisa, peor. En fin...otro día "raro" porque ya desde por la mañana todo salía mal.
Lo que Paula no sabía es que posiblemente nunca, y digo nunca, volviese a olvidar aquella mañana de otoño fría, en la que las ojas de los árboles parecían tocar para ella.
Al llegar a la parada del autobús, y como ya era de esperar, lo había perdido. No quedaba otra que sentarse resignada a esperar el siguiente y, como no, llegar tarde al trabajo...
Pasados 5 minutos apareció el autobús, ¡valla! no ha pasado tan tarde ocmo esperaba y parece que no va a ser tan grave la situación, peor todavía lo peor...estaba por llegar.
La noche anterior, había llovido. Fue una noche de esas especiales, en las que el airecito entra por la ventana y el olor a tierra mojada invade todos los sentidos, a Paula le encantaba la lluvia y esas noches dormía mejor.
Pues bien, justo en el momento en que se disponía a subir al autobús...recibió un empujón tal, que todo lo que llevaba encima, incluída ella misma, cayeron en un tremendo charco de agua.
¿Qué mas podía pasar? Ahora estaba empapada, y con todo, absolutamente todo, flotando en el charco...
Bueno, se la ocurrio gritar al muchacho que la había empujado...y cuál fue su sorpresa al descubrir que el jóven que la había empujado, y que debía tener muichísima prisa para haberla hecho caer...estaba ahí. Ella no sabía muy bien que decir: por una lado tenia ganas de gritarle e incluso pegarle una buena bofetada, por el otro sentía la necesidad de agradecerle que estuviese con ella.
El chico la miró a los ojos fíjamente y la preguntó si se encontraba bien, ella no pudo contestar, se había quedado sumerjida en esa mirada...y sobraban las palabras.
Como pudo Paula se levantó, y decidió que lo mejor sería volver a casa y cambiarse de ropa, no podía presentarse así en el trabajo. Asique... llamó a su encargada para informarle de lo sucedido. Sentía verguenza, peor la había pasado algo que la inquietaba mucho más que toda la vergÜenza del mundo. Ese chico. No podía dejar de pensar en esa mirada penetrante que le pedía a gritos que jamás volviera a olvidarla.
Paso el tiempo, y aquella mañana desastrosa formaba ya parte de su pasado, pero lo peor era que no había vuelto a cruzarse con aquella mirada en la que no había dejado de pensar ni un solo día.
Pronto empezaría la clases y estaba segura de que jamás volvería a encontrarle, pero aquello no era del todo cierto. Esa misma tarde, Paula decidió salir a pasear, para reflexionar y para aclarar sus ideas...y ¡estaba allí! Sentado en el banco marrón de la Plaza del Mirador. Sí era el. No podía creerlo pero de repente le dio un vuelco el corazón y se puso tóntamente nerviosa. nada de aquello tenía sentido.
Tenía que hablarle, pero algo se lo impedía.
De repente el chico se levantó y poco a poco se iba acercando haci adonde se encontraba ella. Cuando la vió, su cara cambió de expresión, Paula no sabía bien por qué, pero el chico se acercó a ella. La recordaba. Y necesitaba volver a verla.
Qeu extraña coincidencia. Los dos habían estado pensando día y noche en aquel encuentro, en la caída, en el charco y Paula en aquella mirada que a partir de ese momento sería suya.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)